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EL CUERPO COMO ESTÍMULO CREATIVO

“El placer del cuerpo pintado es un gusto lúdico y precario, como corresponde a un arte efímero nacido para sucumbir al calor y a la transpiración de la piel humana, que es su suporte.  Es un placer, una costumbre difundida que domina gran parte del arte occidental de vanguardia, en modo particular el de impronta latina.”

 

Lucila Saccá

“Cuando los perfumes, los colores y los sonidos dialogan”

en el catálogo de Cuerpos Pintados

La expresión artística que tiene como base la figura humana es tan antigua como el inicio de la representación visual.  Siendo el cuerpo la primera herramienta que la humanidad encuentra al servicio de su espíritu y su mente, y como la infranqueable conexión de ésta con el mundo que la rodea, es natural que se convierta en la primera causa y efecto de su expresión.  El cuerpo es el poseedor de los sentidos, esos códigos que nos descifran el entorno y permiten encontrarnos en un espacio real, concreto, incluidos en la naturaleza.  Es el cuerpo ese traductor instantáneo que nos reconoce y nos comunica con el exterior, el guía al traspasar nuestra propia frontera: más allá de la piel.

 

Es entonces lógico que el cuerpo se convierta en el primer sustrato para la expresión, es el recipiente primigenio que da forma a la emotividad, da soporte al mensaje: comunica.  El lenguaje corporal, ese código que tiene como base la expresión del cuerpo, es anterior al resto de los códigos que permiten y regulan la comunicación e incluso al lenguaje.

 

La humanidad se descubre a sí misma a través de su propio cuerpo; en la interacción de éste con la naturaleza encuentra su propia naturaleza.  No es extraño pensar entonces que la figura humana sea la base de la expresión, la base de la comunicación con el mundo, con los otros y con el interior.  A pesar de las diferencias raciales, religiosas, sociales, históricas o culturales, el cuerpo es común a todos los seres humanos, es un punto de reunión al margen de toda diplomacia.

 

Dice Gombrich: “No sabemos cómo empezó el arte, del mismo modo que ignoramos cuál fue el comienzo del lenguaje”.[1]  Es probable que el ser humano, y esto se lo dejo a los antropólogos, se reconozca en su parte espiritual, por así decirlo, cuando hace conciencia de su cuerpo como un ente individual y se halla de pronto en el filo del acantilado entre la naturaleza como mundo real, tangible, y el mundo emotivo que comienza a revolverse en su interior.  Encuentra en ese momento que es su cuerpo el contenedor de emociones que sólo le corresponden a él mismo y, que a la vez que lo diferencia, también lo relaciona con “los otros seres”.

 

Es el cuerpo el que cataliza las emociones y pensamientos de ese ser humano primitivo, expresándose a través de él o utilizándolo como herramienta para otras expresiones como la pintura, en la que principalmente realiza representaciones de su propio cuerpo y los cuerpos de los otros.  De nuevo cito a Gombrich en su Historia del Arte: “No existe, realmente, el Arte.  Tan sólo hay artistas.  Éstos eran en otros tiempos hombres [sic] que cogían tierra coloreada y dibujaban toscamente las formas de un bisonte sobre las paredes de una cueva; hoy, compran sus colores y trazan carteles para las estaciones del metró [sic].”[2]  Hoy en día, encontramos otros medios y otros estímulos que nos llevan a nuestra noción contemporánea de Arte, sin embargo, la esencia de nuestra emotividad y nuestras necesidades de comunicación están dadas desde los inicios de la humanidad.  El arte no es el mismo en todas las épocas.  Como dice el mismo Gombrich: “No podemos esperar comprender esos extraños comienzos del arte a menos que tratemos de introducirnos en el espíritu de los pueblos primitivos y descubrir qué clase de experiencia es la que les hizo imaginar las pinturas, no como algo agradable de contemplar, sino como objetos de poderoso empleo.”[3]  La pintura sobre el cuerpo y las pinturas que representan cuerpos tienen en el arte primitivo una significación especial que las liga estrechamente a fuerzas superiores, naturales o sobrenaturales, y que las haría dignas de cualquier etiqueta de arte conceptual, contemporáneo o posmoderno, no porque la evolución del arte o la cultura se haya detenido o retrasado sino porque la figura humana, y el propio cuerpo con todas sus maravillas, son una constante en la historia del hombre a manera de estímulo, de código y de conexión; estos son elementos básicos e inamovibles en los procesos creativos, principalmente el Arte, la fotografía incluida.

 

La fotografía como proceso tecnológico es reciente en la historia, sin embargo, como medio de expresión, así como las técnicas derivadas de ella como el cine y el video, todavía se encuentran en proceso de evolución y descubrimiento.  Pero hay algo en ella que permanece desde sus inicios y que en la actualidad sigue causando el mayor impacto entre las artes visuales: Su objetividad. Saber que, de una forma u otra lo que observamos en una imagen fotográfica es real, existe en algún punto de la intersección espacio-tiempo.  Éste fue el motor que la hizo despegar y expandirse por el mundo y la historia.

 

Ante la recientemente nacida fotografía “El ilustrador George Cuirkshank capturó la emoción del público: Su imagen invertida aparece en minutos / tan delicada, definida, brillante y clara / tan pequeña, completa y redonda, con una vida tan profunda / como nadie antes se encontró en un espejo. “[4]

 

Y esta recién nacida técnica no podía quedar inmune al estímulo de la figura humana en la búsqueda de una expresividad propia.  Dice William Ewing: “Todas las fotografías se refieren, en algún nivel, al amor, y todas las fotografías son estimuladas, en varios grados, por el deseo.  Estas emociones humanas pueden ser discretas o expresadas indirectamente, pero siempre están ahí...”[5]

 

La fotografía nace con el objetivo expreso de representar fielmente la realidad y superar cualquier artificio humano que buscara este fin.  Es así como encuentra en el retrato la veta principal de expansión.  El retrato significa encontrar nuestro propio cuerpo fuera de nosotros, significa reinterpretarnos en la posibilidad de observarnos desde afuera, una paradoja hipnotizante que resulta de descubrir otro yo.  La experiencia erótica frente al cuerpo propio es incomparable e interminable; pasan las décadas y aún nos sorprendemos cuando nos enfrentamos a nuestro retrato. Aunque vivimos con nuestro cuerpo inseparable aún deseamos vernos, percibirnos en el retrato.  Y cito a Ewing de nuevo: “Donde todas las formas de amor y deseo están incluidas, el cuerpo es el principal significante, ya sea desnudo o vestido.  Y de todas las manifestaciones del cuerpo en la fotografía, lo que llamamos desnudo es, por mucho, la más común, la más importante y la más compleja.”[6]

 

El cuerpo es el único elemento real de la naturaleza con el que nuestro espíritu (por así decirlo) tiene contacto, quizá debido a eso la interpretación de sus emociones y la representación de sus significados se nos presenta más compleja que el resto del mundo.  La fotografía tiene además el incentivo de su objetividad.  Dice Feliciano López Pastor: “Desde el momento en que la Fotografía se inicia como una forma más de expresión artística, aparece el desnudo y el desarrollo en torno a él, como un factor integrado en el concepto mismo de la obra fotográfica.  Los artistas emergen, en aquella época, como despertadores de conciencias y creadores de nuevas rutas y formas de entender la vida.  Valores que intentan transmitir en los nuevos conceptos del arte y en las formas de entendimiento.”[7]  Tal vez por causa de su reciente aparición, al fotógrafo se le reconoce y se le exige, en cualquier época, ser un artífice de vanguardia más que a cualquier practicante de otra disciplina.  La fotografía tiene un respaldo histórico de siglos pero nace al mundo a mediados del siglo XIX, en una época de descubrimientos científicos y adelantos tecnológicos, y este nacimiento la marca como un medio de expresión que identifica a la modernidad.  De la misma forma, el mundo actual (a poco más de siglo y medio del nacimiento de la fotografía) no podríamos concebirlo sin la imagen fotográfica que inunda nuestra vida cotidiana y que en muchos sentidos da cuerpo a nuestra forma de vida.

 

Aún así, y a pesar de que tecnología y economía regulan el avance de este medio, la fotografía no se desliga, y aún retoma siempre con mayor fuerza los estímulos que provienen de ese caldo primigenio que da forma a la emotividad, es decir, el cuerpo.  Ese punto en el que convergen el estímulo, la técnica y el código da como resultado una gama impresionante de posibilidades creativas.  La fotografía de figura humana nunca ha dejado de ser pilar primordial en el desarrollo creativo del medio, desde el retrato o el registro documental hasta la nunca libre de censura fotografía de desnudo practicada con diferentes fines y bajo diferentes motivos desde los primeros fotógrafos hasta nuestros días: como apoyo para los artistas plásticos, como satisfactor de pequeñas perversiones íntimas o públicas, como documento histórico-etnográfico, como pornografía y divertimento o como experimentación visual y emotiva para crear mensajes complejos.

 

La fotografía es una disciplina artística que caracteriza plenamente al siglo XX, como la escultura, la cerámica, la arquitectura o la música identifican otras épocas por su estrecha relación o influencia sobre alguna cultura o civilización en especial.  Si quisiéramos encontrar la disciplina que defina a este entrante siglo XXI creo que pensaríamos en la inter-disciplina, es decir, que la complejidad específica de nuestra cotidianeidad requiere de medios expresivos también complejos que nos permitan encontrarnos y situarnos a través de ellos en el lugar que nos corresponde.  Esta inter-disciplina supone una mezcla y complementación de técnicas y procesos creativos que permitan expandir los límites de la expresividad.  No es un concepto nuevo pero sí renovado.  Por ejemplo: una mezcla de música, pintura corporal y expresión corporal pueden caber tanto en el catálogo ritual del ser humano primitivo como en el performance del siglo XXI.  Sin embargo, me parece que la inter-disciplina como tal identifica y define cabalmente a nuestra época; ahora la llamaríamos “multimedia”.

 

Video y danza, escultura y teatro, gráfica y literatura, cine; fotografía, pintura y medios digitales.  Dice Lucila Saccá en el catálogo de la exhibición Cuerpos Pintados: “La multimedia, que usa con intenciones estéticas interactivas la amplia gama de los medios actuales, ha abierto nuevas fronteras a la comunicación estética y a la posibilidad de estimular los diversos niveles de nuestras capacidades sensoriales”.[8]

 

El avance científico y tecnológico atiende plenamente a nuestras capacidades racionales pero no neutraliza, a pesar de que ese sea el sentimiento general, nuestras capacidades emocionales.  El arte es expresividad, medios expresivos, comunicación.  La comunicación supone códigos o lenguajes que no serían posibles sin una técnica, por lo tanto, la tecnología no debe suprimir la expresividad sino darle soporte.  La solución del conflicto entre razón y emoción está en la iniciativa del artista y en encontrar los puntos de apoyo que forman su propio proceso creativo.  De esta manera no debe haber obstáculo para comulgar un estímulo milenario y esencial como el cuerpo, un medio expresivo sin tiempo como la pintura corporal, la técnica fotográfica tradicional y los medios digitales modernos para dar como resultado un mensaje contemporáneo adecuado a un momento histórico, social, geográfico y personal.

 

Así es como nace el proyecto LUZEROS, retomando al cuerpo como estímulo creativo, como soporte y sustrato, como la mecha que enciende la imaginación e inevitablemente la encaja con el deseo.  El cuerpo como principio y conclusión.  El deseo filtrado a través de los sueños, los sueños filtrados en un código binario; la máquina manipulando los cuerpos, los cuerpos dominando la escena como protagonistas del drama.  El cuerpo creando su luz, la luz formando el cuerpo.

 

 

Fernando Sánchez Bernal

La Paz, Baja California Sur a 27 de febrero de 2003

 

[1] E,G, Gomabrich, “Extraños comienzos” en La Historia del Arte

[2] E.H. Gombrich, “Introducción” en La Historia del Arte

[3] E.H. Gombrich, “Extraños comienzos” en La Historia del Arte

[4] William A. Ewing, “Introduction” en Love and Desire photographs.  The illustrator George Cruikshank captured the public excitement: “Your image reversed will minutely appear / so delicate, forceful, brilliant and clear / so small, full and round, with a life so profound / as none ever wore / in a mirror before.

[5] William A. Ewing, “Introduction” en Love and Desire photographs:  All photographs are, at some level, about love, and all photographs are triggered, to varying degrees, by desire.  These human emotions may be well disguised, or expressed indirectly, but they are always there.

[6] William A. Ewing, “Introduction” en Love and Desire photographs:  Where all forms of love and desire are concerned, the body is the prime signifier, whether naked or clothed.  And of all the manifestations of the body in photography, what we call the nude is by far the most common, the most important and the most complex

[7] Feliciano López Pastor, “Introducción” en Desnudos Contemporáneos

[8] Lucila Saccá, “Cuando los perfumes, los colores y los sonidos dialogan” en Cuerpos Pintados

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